No se habían completado 72 horas de que los candidatos a la presidencia de Estados Unidos se habían enfrentado en el primer debate presidencial, cuando Trump volvió a sacudir los titulares comunicándole al mundo, vía Twitter, la noticia de que padece COVID-19.
Al filo de las 12 de la noche, en los primeros minutos del viernes, Trump tuiteó: “FLOTUS (el acrónimo que los estadounidenses usan para designar a la primera dama) y yo dimos positivos a la prueba de COVID-19. Comenzaremos nuestra cuarentena, así como el proceso de recuperación de inmediato. Superaremos esto JUNTOS”.
Poco antes, en otro tuit, el presidente comunicó que una de sus asesoras había dado positivo también.
De inmediato surgió el escepticismo, y no era para menos. Trump, un mentiroso patológico, dos días después de una desafortunada intervención en la televisión, le comunicó directamente al mundo que él, el presidente del país más poderoso del mundo, está enfermo.
El hecho de que el propio presidente, en su cuenta de Twitter, lo haya divulgado después de divulgar la enfermedad de una de sus asesoras da pie a la suposición de que se trata de una estrategia para evitar un segundo debate y sacar al presidente de los reflectores un rato; mientras, los expertos buscan qué hacer para levantar su campaña, la cual está haciendo agua por todos lados.
Sin embargo, en una segunda lectura, la reflexión nos lleva a concluir que, en este momento, esto es lo peor que le pudo haber pasado al presidente de Estados Unidos. Sin proponérselo le pone la presidencia en bandeja de plata a su oponente, pues:
1. La realidad, da al traste con su terco discurso de minimizar la enfermedad.
2. Se hace evidente su incapacidad para dirigir a la nación en una crisis.
3. Su credibilidad ha rodado por los suelos.
4. Le deja el campo libre a su oponente para promocionarse.
Es posible que trate de capitalizar algo de esto a su favor. Su tuit pone en mayúsculas la palabra JUNTOS al referirse a la primera dama y a él.
De pronto, el gran caguamo se convirtió en un marido devoto que, con su esposita consentida, va a surcar el calvario del COVID. Hoy por la madrugada, Manuel A. Junco me mandó su cartón titulado “Trumpi”, en donde retrata al presidente estadounidense como un ángel, sí, pero un ángel de la destrucción.
Eso es lo que es Trump, y después del debate del martes, el mundo político en Estados Unidos se está pronunciando en ese sentido.
LOS REPUBLICANOS APOYAN A BIDEN
Si no me cree usted, vea esto: el partido republicano, que es el que postula a Trump para repetir su mandato, ya tiene un ala denominada “Republicanos por Joe Biden”, esto es algo nunca visto en los 232 años de elecciones en Estados Unidos. En otras elecciones, miembros de un partido, decepcionados por alguna razón, se han pasado a otro; pero el que un enorme grupo de políticos del Partido Republicano se niegue a abandonar las filas de su partido y, sin embargo, se pronuncie por el candidato del partido contrario, es totalmente inédito en la democracia más grande del mundo y habla bien de la solidez de esta.
Echemos un vistazo a los personajes que integran “Republicanos por Joe Biden” y su peso específico en la política de Estados Unidos: John Kasich, exgobernador de Ohio; Chuck Hagel, exsecretario de la Defensa; Ray LaHood, exsecretario de Transporte; Colin Powell, exsecretario de Estado; Tom Ridge, exsecretario de Seguridad Nacional; John Warner, exsenador por Virginia; Jeff Flake, exsenador por Arizona; Charlie Dent, exsenador por Pennsylvania; 73 exoficiales de seguridad de administraciones republicanas que incluyen directores de la CIA y el FBI y algunos de la presente administración; así como 27 legisladores.
Y la lista sigue: secretarios de Estado, gobernadores, senadores, miembros prominentes del partido, oficiales, legisladores, directores. Un ejército de políticos republicanos que, hartos de la deshonra que Trump ha traído a la máxima oficina del gobierno de Estados Unidos, se pronuncian contra el Bully Mayor: Donald Trump.
Las noticias indicaron que mismo día 2, en la noche, lo trasladaron al hospital Walter Reed, y que comenzaron a aplicarle un protocolo experimental. Su oponente, Joe Biden, hizo referencia a esto en un discurso, en el que comenzó diciendo que dedicaba sus plegarias a la salud y seguridad de la primera dama y del presidente; que esto no era asunto de política, sino un recordatorio de la seriedad del problema, para luego hacer énfasis en el uso del cubrebocas. Luego abordó los problemas económicos y prometió la recuperación.
Biden continúa su campaña sin contrincante. Trump está en el hospital con Melania, la primera dama, la misma que hace casi cuatro años, al saber que Trump era el presidente electo, rompió en llanto lamentándose del dramático giro que habría de dar su vida.
Estoy seguro de que entre los muchos escenarios que imaginó, nunca estuvo el de terminar el periodo presidencial en una cama de hospital; mientras, el país se enferma, y se complica económicamente a causa de los errores de su marido. Y, sin embargo, Trump ha demostrado que, con embustes, es capaz de sacar un elefante de una chistera. Por el bien del orbe espero que no sea el caso.
Si todo esto fuera poco, la posibilidad de que el presidente estadounidense perdiera la vida, en este momento político, sería un enredo legal de proporciones mayúsculas.
Por todo ello es poco probable que esta sea una estrategia de campaña. Más bien parece un castigo divino. Aunque, en honor a la verdad, pienso que, si Dios tuviera algo que ver, pediría que no lo metiésemos en nuestros enredos, pues es seguro que, al terminar la creación, dijo: “Ya los hice, y ahí los dejo, para que el más vivo viva del más…”.
Pero dejemos las consideraciones y los castigos divinos para otro artículo.
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