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    sábado, 30 de marzo de 2024

    Voluntarios ayudan a migrantes vulnerables en la frontera entre México y Arizona reciben amenazas del Gobierno de EE.UU.

    El cerebro de Paul Nixon luchó con su corazón al ver a una mujer migrante embarazada acurrucada con su marido en un camino de tierra cerca de una brecha en el muro fronterizo rodeado por las desoladas colinas desérticas del sureste de Arizona.

    Hacía frío a media tarde cuando la joven pareja mexicana esperaba para entregarse a los agentes de la Patrulla Fronteriza de EE.UU., y Nixon pensó que era poco probable que hubiera agentes en la remota carretera en las próximas horas.

    Pero por su mente pasaron los riesgos que implicaba ofrecer ayuda. Llevar a la pareja a un lugar seguro sería un delito federal, y su grupo de voluntarios había sido advertido por los agentes de que la detención y la incautación de sus vehículos eran consecuencias potenciales.

    Pero, al final, rescatar a una madre embarazada y vulnerable peso más que todo lo demás.

    Ayudó a los futuros padres a subir a un todoterreno y se dirigió a un campamento improvisado a varios kilómetros de distancia, donde los inmigrantes pueden encontrar agua y aperitivos mientras esperan a que los agentes de la Patrulla Fronteriza los transporten para tramitar su documentación.

    Nixon y su esposa Laurel Grindy, dos profesores jubilados de unos 70 años, pertenecen a un grupo llamado Green Valley-Sahuarita Samaritans, que ayuda a los migrantes en apuros en lo que actualmente es el cruce más transitado de la frontera sur entre México y Estados Unidos, que —quizás sorprendentemente para algunos— se encuentra en Arizona, no en Texas.

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